La siguiente nota está basada en el libro digital “Neurosicoeducación para todos – Neurociencia para el cambio”, de la Asociación Educar. Esta relativamente nueva disciplina tiene total afinidad con la IE, e integra las neurociencias y otras ramas del conocimiento afines, para la comprensión de nuestras conductas, buscando que con un lenguaje accesible a todos, logremos conocer, controlar y saber modelar al propio cerebro.
NUESTRO MUNDO INTERNO
Estamos acostumbrados, como consecuencia de nuestro milenario instinto de supervivencia, a conectarnos con el mundo exterior y adquirir conocimientos y habilidades para manejarnos en él. Evidentemente, en épocas en las que el ser humano estaba expuesto a duras condiciones climáticas, a depredadores, a desastres naturales, y eran habituales los largos períodos de escasez de alimentos, la habilidad para sobrevivir estaba directamente relacionada con los tipos de inteligencia necesarios para dominar ese entorno agresivo y peligroso. No resultaba prioritario entonces mirar hacia el mundo interior. Poco a poco este tipo de conocimientos se fue desarrollando, pero solamente era privilegio de ciertas clases sociales o bien de ciertos individuos iluminados.
El mirar e intentar dominar y modificar el mundo exterior nos permitió alcanzar adelantos científicos y tecnológicos de los cuales disfrutamos en la actualidad. Sin embargo, esto vino de la mano de la formación de poderosos intereses económicos y políticos, que crearon las bases de una sociedad consumista, individualista e ignorante de su mundo interior, que sustenta a este modelo.
Una de las claves para salir de este esquema que ha producido un grave deterioro individual y social, es acceder a un tipo de información adecuada, que nos permitirá en primera instancia salir de este estado de ignorancia, y luego conocer las herramientas necesarias para superar esta situación.
Debemos, en principio, dedicar tanto tiempo para conocer nuestro mundo interior (orientado a la trascendencia) como el que le dedicamos a conocer el mundo exterior (orientado a la supervivencia) Actualmente la ecuación es muy distinta, ya que la “falta de tiempo” hace que nos capacitemos aprendiendo oficios, profesiones, estudiando durante años (a veces toda la vida) para adquirir herramientas para ganar un sueldo, comprar una casa, criar a nuestros hijos, etc, y quedar atrapados poco a poco en este sistema actual de consumo desenfrenado. En materia de desarrollo personal seguimos esperando descubrir algo rápido, al estilo de una pastillita mágica, que de golpe nos haga alcanzar la “iluminación”, bien en sintonía con esta sociedad en la cual todo se debe lograr rápido y sin demasiado esfuerzo.
Este camino de transformación debe estar orientado a: adquirir nuevos conocimientos, practicarlos para incorporarlos a la vida diaria, y hacerlo hasta que se transformen en conductas automáticas, es decir, en parte de nuestro ser. La calidad de la información será fundamental para la calidad de pensamiento que queramos alcanzar y por lo tanto, para la calidad de las conductas que deseemos incorporar a nuestras vidas.
Todos los conocimientos tendientes a conocer al cerebro y la mente humana y poder interpretar la conducta humana de manera más precisa, desarrollados en gran parte gracias a las neurociencias en las últimas tres décadas, deben ser traducidas a un lenguaje de fácil acceso para el público en general. Así se llegará a que más gente acceda a herramientas para conocer, controlar y modelar sus emociones y su conducta.
LA TRASCENDENCIA
El camino hacia la trascendencia es aquel que nos permite hacer nuestras vidas más espirituales al permitirnos crecer día a día como seres humanos.Este camino individual se inicia con reconocer nuestra ignorancia: no sabemos casi nada de nuestro mundo interior, lo que hace que frecuentemente quedemos atrapados por nuestros impulsos más primitivos y no podamos dominar nuestras emociones y sentimientos improductivos.
Nuestro cerebro (o más precisamente, nuestra unidad cuerpo-cerebro-mente (UCCM), ya que todas estas partes actúan interdependientemente) está preparado para la supervivencia individual, y recién cuando esta necesidad esté medianamente satisfecha, estará también orientado a la supervivencia del grupo en el cual vive, y también a la de su especie.
Tenemos dos enormes fuerzas contra las cuales luchar: nuestro medioambiente y los factores genéticos. Sólo la atención puesta por nuestros lóbulos prefrontales puede hacer la diferencia para que no quedemos totalmente a merced de ambas fuerzas. Y para lograrlo, debemos educar a nuestro cerebro: instruirlo especialmente para lograr conocer, controlar, modelar y supervisar nuestro mundo interior.
Sólo la UCCM informada y entrenada podrá enfrentar las fuerzas internas y externas que nos llevan a desarrollar simplemente actividades de supervivencia.
La comprensión consciente de cuán automática es la naturaleza de nuestro sistema mental es la piedra fundamental para cambiar nuestros estilos de vida estereotipados, para no quedar atrapados en conductas primitivas la mayor parte del tiempo. Y esto no depende de nuestro nivel socio cultural o económico (cualquier persona considerada culta o brillante intelectualmente puede caer presa de estas invisibles trampas si no está entrenado para identificarlas), sino de la atención puesta sobre nuestro mundo interior, de la información que manejemos y de la incorporación y puesta en práctica de las nuevas herramientas adquiridas.
Una persona espiritual es aquella que ha logrado controlar sus yos pro-supervivencia a la vez que ha desarrollado sus yos pro-trascendencia, permitiendo que estos tengan la mayor parte del tiempo el control de su mente. Una persona que ha evolucionado hacia la trascendencia tiene, entre otras características, la virtud de poder escapar de la prisión de las propias creencias limitantes, y ser entonces más equilibrados, flexibles, compasivos y altruistas.
FACTORES QUE DESEQUILIBRAN NUESTRO MUNDO INTERIOR
Este desequilibrio tiene consecuencias sobre el ser humano, puestas de manifiesto en el deterioro de la salud mental: angustia, ansiedad, ataques de pánico, adicciones, etc.
-Las neuronas espejo: según Daniel Goleman, estas neuronas detectan las emociones, los movimientos e intenciones de las personas con quienes interactuamos, y reeditan en nuestro cerebro dicho estado, encendiendo las mismas áreas activas del cerebro de nuestros interlocutores, creando un contagio emocional. Por lo tanto, las neuronas espejo nos convierten en los mejores imitadores de la naturaleza, y hacen que nuestras ideas, emociones y conductas sean contagiosas para las demás personas.
El problema es que si bien nos ayudan a copiar conductas éticas y altruistas, también nos hacen proclives a lo contrario adhiriendo a cosas, ideas y conductas que son perjudiciales para nosotros mismos, para la comunidad y para los ecosistemas. Por lo tanto, es fundamental que nuestros referentes, que son aquellas personas que consciente o inconscientemente tratamos de imitar, tengan conductas ejemplares.
Está demostrado que las sociedades que carecen de un porcentaje mínimo (5%) de referentes o modelos positivos (sean estos maestros, profesionales, artistas o gente destacada en otras disciplinas) se vuelven disfuncionales. Esto se pone de manifiesto a través del aumento de embarazos en niñas, deserción escolar, adicciones, violencia. En cambio cuando este porcentaje crece, las comunidades se mantienen estables, equilibradas y armónicas, con el consiguiente aumento de la calidad de vida de la población.
–No tener una visión objetiva de nuestro mundo interior: Estamos educados y acostumbrados a mirar hacia afuera, y no a ver cuáles son nuestros sentimientos y necesidades. Esta actitud, lejos de ser egoísta, es por el contrario la que nos lleva a conocernos, y a partir de allí, poder estar en mejores condiciones para conectarnos con los demás de manera empática. No podemos pretender comunicarnos adecuadamente con los demás si ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos: este es el paso previo para que quienes nos rodeen nos conozcan mejor, nos comprendan, y nos muestren también su mundo interno, para saber qué piensan, qué sienten y qué necesitan. Si no hacemos este esfuerzo por conocernos y trasmitirlo a los demás, caemos presas de conductas agresivas y equivocadas, como por ejemplo pensar que los otros tienen siempre la culpa de nuestros problemas.
–Nuestra biología: hay conductas que en el mundo antiguo y natural eran imprescindibles para la supervivencia y que en el mundo actual y artificial son inadecuadas; son conductas que, en caso de no prestarles atención, no frenar los impulsos ni poder reconducir las acciones, resultan hoy causantes de estrés crónico, enfermedades, y problemas de relación. Esta biología debe ser combatida con educación. Por medio de la educación tomamos conciencia de nuestras limitaciones y también de nuestro potencial, aprendemos nuevas herramientas, y las podemos incorporar a nuestra vida diaria para formarnos como personas más equilibradas.
–La transformación del mundo natural en artificial. Esta situación no estuvo prevista por la evolución. En el mundo natural prevalecen los estímulos (generalmente físicos) secuenciales, que son detectables por los sentidos, más estables en el tiempo, y por eso nos resulta más fácil adaptarnos a ellos. Esto genera períodos de estrés agudo y largos períodos de descanso. Por ejemplo: aparece un animal depredador, se activa nuestro mecanismo de lucha-huída, y nos enfrentamos a la bestia o nos refugiamos; luego, se vuelve a la calma.
En cambio, en el mundo artificial en el que vivimos todos nosotros, los estímulos se presentan en forma múltiple y simultánea (y algunos ni siquiera son detectados por los sentidos, como por ejemplo las contaminaciones ambiental y radiactiva); las amenazas son físicas y también psicológicas, reales o imaginarias. Estas amenazas múltiples son muy cambiantes y se producen con gran velocidad, por lo cual no podemos terminar de adaptarnos a estos cambios, el cuerpo no entra en estados de relajación, y se produce el estrés crónico: nuestro cuerpo está permanentemente en estado de tensión, lo que conduce al deterioro de nuestro sistema inmunitario y consecuentemente enfermedades de todo tipo.
LA CLAVE ES LA EDUCACIÓN
No podemos evolucionar más rápido de lo que marcan las leyes de la naturaleza, y tampoco debemos caer presas de la manipulación genética. Por lo tanto, la única alternativa razonable es la educación, tanto dirigida a nuestro mundo exterior como a nuestro mundo interior: el conocimiento y control de los instintos evolutivos, para lograr una mejora continua como personas.
La trascendencia es el camino que nos conduce a crecer día a día como seres humanos, permitiendo que afloren a la superficie nuestras mejores cualidades: altruismo, solidaridad, honestidad, tolerancia, por sobre los instintos de supervivencia, a la vez que nos permite adquirir la capacidad de controlar conscientemente las fuerzas que dirigen nuestro mundo interior. Las características de una persona trascendente son: su capacidad para superar las restricciones que le imponen los instintos evolutivos y los estereotipos mentales adquiridos, y ser dueños de una actitud más tolerante, compasiva y cooperativa.
Hay una sola forma de transmitir valores de una persona a otra y de una generación a la siguiente: vivir esos valores en la práctica diaria. Una meta trascendente es: dejar un mundo mejor del que recibimos. ¿Cómo lo logramos? educándonos (en nuestro mundo interno y externo por igual), adiestrándonos, y a través del ejemplo de nuestras conductas diarias, transmitir los conocimientos incorporados.
Artículo publicado en la revista Utopía Azul (2013) – Autor: Oscar Hernando