¿QUÉ RELACIÓN TIENE LA I.E. CON LA CALIDAD DE VIDA?
Varios autores sobre temas de desarrollo personal plantean que cuando hablamos de una vida sana y equilibrada debemos remitirnos a cuatro dimensiones: la física, la mental, la emocional y la espiritual. Nuestro bienestar depende de la energía que tengamos en estas cuatro áreas, que están interrelacionadas, se influyen mutuamente. Si alguna de ellas está descuidada, van a resentirse nuestra vitalidad y nuestra calidad de vida.
La inteligencia emocional nos brinda claves para cambiar hábitos y generar energía en las dimensiones emocional, mental y espiritual.
En nuestros talleres, una de las primeras actividades es dar un cuestionario para que los participantes tengan una idea de con cuanta destreza se están manejando en estas cuatro dimensiones, y lo primero que surge en la gente es una gran preocupación, porque ven claramente que muchos de los hábitos de vida que están llevando son muy perjudiciales, y que tienen varias costumbres que modificar en su trabajo y en sus vidas para lograr estar equilibrados. Este primer paso, este “darse cuenta”, tomar conciencia de qué es lo que no funciona, es fundamental. Por supuesto, luego les damos los conocimientos necesarios para realizar esos cambios; para adoptar rituales y conductas que los lleven a incrementar el rendimiento y bienestar.
Este es un tema muy extenso, pero vamos a tratar de dar un pantallazo sobre las cuatro dimensiones, y algunos consejos.
DIMENSIÓN FÍSICA
La dimensión física supone cuidar efectivamente nuestro cuerpo físico: la alimentación, el descanso y el ejercicio. Yo creo que de todos los aspectos de ésta área, el más importante (y casi siempre el más descuidado) es el buen dormir. Hablamos no sólo de horas de descanso, sino de la calidad o profundidad del sueño.
Para tener más energía, debemos alternar períodos de concentración y descanso. Generalmente no consideramos una costumbre que es culturalmente poco aceptada: hacer pausas regulares (como mínimo cada 90 minutos) durante el trabajo. Y esta renovación periódica es fundamental para el buen rendimiento laboral. Otra costumbre reparadora muy dejada de lado y muy sana es la siesta.
DIMENSIÓN MENTAL
Estamos en una era donde la gran cantidad de información (a través de internet o los medios de comunicación masiva) muchas veces nos juega en contra, porque finalmente nos dispersamos y perdemos la noción de lo que verdaderamente es importante.
También la gran cantidad de estímulos a los que nos enfrentamos a cada momento (sobre todo en las ciudades grandes) hacen que nuestra atención se disperse demasiado, y perdamos efectividad en todo lo que hacemos. Así que debemos fomentar la focalización de nuestra atención en una actividad a la vez. Es un mito eso de que “estamos programados para hacer varias tareas al mismo tiempo”; si hacemos varias cosas en forma simultánea, lo haremos de manera menos efectiva que si las encaramos de a una por vez. Mientras hacemos algo importante, debemos evitar distracciones como los mensajes de texto, wassap, mail o similares.
Otra práctica muy recomendable en ésta área es dedicar periódicamente algún tiempo al planeamiento estratégico, a la planificación a mediano y largo plazo; tanto en nuestro trabajo, como en nuestra vida en general. No estamos acostumbrados a hacerlo, sino más bien nos vemos generalmente impulsados a pensar sólo en las urgencias del día o de la semana.
Es bastante popular la noción de que tenemos dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, que es analítico, lógico y el derecho, holístico, curioso, más creativo y empático. Lo que debemos hacer es que ambos trabajen en conjunto, ya que así se produce una sinergia donde le sacamos más provecho a ambos hemisferios, y tendremos pensamientos de mayor calidad. Nuestra educación formal prioriza el desarrollo del área izquierda, y entonces descuidamos generalmente el área derecha. Las actividades artísticas, de recreación, la meditación, son algunas de las acciones que fomentan el desarrollo del hemisferio derecho. También es durante el descanso periódico mencionado antes, cuando se activa este hemisferio (lo que agrega otro motivo más para descansar regularmente, incluso durante el trabajo)
DIMENSIÓN EMOCIONAL
Tenemos mucho más control sobre ésta área de lo que creemos habitualmente.
Una de las claves para mejorar nuestro rendimiento en materia emocional, es tener conciencia de que tomamos decisiones de pobre calidad cuando estamos a merced de nuestros impulsos. Es decir: cuando no pensamos, nos dejamos llevar por nuestras emociones, y hacemos cosas que luego lamentamos, porque tienen un costo muy alto para nosotros y para la gente que nos rodea. Por lo tanto, resulta fundamental controlar esos impulsos, generar un espacio de reflexión, de pensamiento de alta calidad, para tomar mejores decisiones. No debemos decidir sobre temas importantes cuando estamos muy estresados, o embargados por una fuerte emoción (sea esta desagradable o agradable).
Otro punto importante es que los seres humanos todavía estamos programados para percibir las amenazas al bienestar cotidiano, y por eso tenemos una tendencia a la negatividad. Reaccionamos a las cosas malas con más rapidez, fuerza y persistencia que a las cosas buenas. Y cultivar el optimismo no es fácil pero se puede lograr. Las personas más optimistas no sólo viven mejor, sino que viven más tiempo.
También es fundamental realizar una revisión realista de nuestras virtudes y de nuestros defectos, y aceptar la totalidad de lo que somos. Cuando lo consigamos, vamos a tener una autoestima en su punto justo, y vamos a estar mejor preparados para aceptar los comentarios y críticas de los demás.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL
Quizá es el área más descuidada, y sin dudas la más importante. No me refiero aquí a ideas asociadas con lo religioso o místico, como puede sugerir a veces el término “espiritual”. Si lo tengo que sintetizar en pocas palabras: es la búsqueda de quienes somos y qué deseamos realmente. Hablamos de la energía que proviene de nuestros valores y de un claro sentido del propósito, que incorporamos a nuestras conductas diarias, y que va más allá de nuestro propio interés. Significa generalmente añadir valor a los otros y al bien común. En lo posible, debemos poner todas nuestras capacidades físicas, emocionales y mentales al servicio de nuestros valores y propósitos. Debemos vivir de conformidad con lo que creemos que es más importante para nosotros.
Los valores definen lo que la persona pretende ser. Son lo que nos inspira. Son como una brújula que nos inspira a tomar decisiones correctas. El sentido del propósito conecta nuestros valores con intenciones concretas y nos da una dirección exacta. Representa una intención específica, un curso de acción, un objetivo hacia el cual nos dirigimos.
Dicen que el dinero es el azúcar en la dieta espiritual. Es sabroso, y no hace mal en dosis chicas. Pero puede llegar a ser adictivo, y como tal, si no tenemos esa brújula que nos proporcionan los valores, cada vez queremos más, y dejamos de lado las cosas más importantes. Una pregunta poderosa que nos podemos hacer es: ¿qué harías de tu vida, a qué te gustaría dedicarte si el dinero no fuera importante?
Ninguna profesión proporciona automáticamente un propósito, pero tampoco ningún empleo impide encontrar un propósito en él. No es el papel que cumplimos el que nos da un sentido del propósito, sino cómo elegimos abordar el trabajo que hacemos. Por ejemplo: sin dudas las enfermeras tienen la sensación de estar haciendo algo muy importante, igual que los cirujanos; o un maestro, igual que un intendente.
CONCLUSIÓN
Vemos en esta rápida revisión la gran cantidad de áreas y temas que tenemos que considerar para tener una mejor calidad de vida. Si descuidamos cualquiera de éstas áreas, las demás se resentirán y tendremos un rendimiento muy por debajo de nuestro verdadero potencial. Vale la pena entonces prestar atención, hacer una evaluación y preguntarnos qué podemos hacer para realizar los ajustes necesarios.
Artículo publicado en la revista Utopía Azul – Autor: Oscar Hernando