Cuando hablamos de la IE y la educación, nos podemos referir a dos temas, que están muy relacionados:

-A la educación de las emociones, es decir, al aprendizaje de la IE; o bien

-Al papel que juegan las emociones dentro del ámbito educativo.

¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES DE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL?

La  educación emocional comienza en casa, por lo cual resulta imprescindible que los padres tengan habilidades en materia emocional, para transmitir en el diario contacto con sus hijos. Caso contrario, es poco lo que podrán hacer las demás personas responsables de la educación formal.

LA I.E. ES UNA META-INTELIGENCIA

La IE es considerada una meta-inteligencia. ¿Qué significa? Que comprende habilidades que van a potenciar o debilitar a las otras inteligencias. Cuántas veces hemos visto o escuchado decir: “este chico es muy inteligente pero es muy vago”, de alguien que no tiene buen rendimiento escolar, que no estudia, que es revoltoso en el aula. Tal vez esa persona está intelectualmente dotada, pero no tiene la motivación suficiente para lograr un rendimiento académico aceptable. O aquel chico que tiene cualidades para algún deporte, pero no se adapta a jugar en equipo, o no tiene la disciplina necesaria para entrenarse todos los días. Todas estas fallas están relacionadas con la IE; bien sea con la motivación, o con la destreza social. También, por el contrario,  tenemos los ejemplos de personas que, aún sin ser los mejores de su clase o equipo en cuanto a sus cualidades técnicas, logran rendimientos superiores a los demás, por su tesón, constancia, entusiasmo, o por saber a quiénes recurrir cuando necesitan ayuda. Y éstas también son cualidades que nos brinda la I.E.

¿CÓMO SON  LOS DOCENTES CON INTELIGENCIA EMOCIONAL?

Los invito a recordar a los pocos profesores o maestros extraordinarios que han pasado por nuestra vida, aquellos que nunca olvidaremos. ¿Qué características tenían? Acaso, más que grandes conocedores de una materia específica, ¿no eran seres especiales, que estaban dispuestos a escucharnos, a atender nuestros problemas escolares o extra escolares; a los que respetábamos y a los que no les hacía falta gritar para imponer disciplina? ¿Y qué tenían de especial estos docentes? A poco de conocer las habilidades que componen la IE, nos damos cuenta que eran gente especialmente dotada para las relaciones interpersonales y con un dominio envidiable de sus propias emociones. Eran personas (muy probablemente) naturalmente dotadas en I.E.

Pero reconocemos que éstas son raras excepciones. ¿Qué pueden hacer los docentes y directivos escolares, que no han recibido una instrucción específica para gestionar las emociones propias y las ajenas? Nadie nos enseñó I.E. Todas las instituciones por las que hemos pasado en los períodos de formación (familia, escuelas, iglesias, etc) han hecho lo que han podido. Pero sin un conocimiento profundo sobre el tema, el resultado muchas veces no ha sido el deseado.

Como ya hemos dicho, no todos podemos llegar a ser  perfectos, ni extremadamente dotados emocionalmente. Tenemos un límite impuesto por la genética. Pero como  generalmente tenemos tan poco dominio de éstas áreas, entonces, con la práctica adecuada, podemos tener asombrosos progresos. Según Daniel Goleman, referente de la IE, somos analfabetos emocionales. No sabemos ponerle palabras a nuestras emociones, ni sabemos gestionar las emociones propias y ajenas. No es para asustarse ni preocuparse en extremo, sino más bien para ocuparse.  Tenemos mucho por hacer.

¿CÓMO SE ENSEÑA INTELIGENCIA EMOCIONAL?

En nuestros cursos para docentes, terapeutas  y profesionales se aprenden las herramientas que nos brinda la IE, primero trabajando con uno mismo, para lograr dominar las habilidades como la autoconciencia, autorregulación, la motivación, la empatía y la destreza social,  las cuales ya hemos  explicado en otra oportunidad; y luego, estas herramientas nos servirán para enseñar a los demás, a través del ejemplo, en todo momento. Así, estimularemos la tolerancia y el respeto de la diversidad, la cooperación en el aula o en un equipo de trabajo,  y crearemos estímulos para que los chicos, empleados o compañeros se comuniquen de una manera pacífica. Y también tendremos recursos para enseñar ejercicios específicos para fomentar las distintas habilidades de la IE.

Entonces, uno de los objetivos será lograr en las escuelas y en las familias que los educadores y padres tengan herramientas para aplicar la disciplina o crianza positiva, es decir un  equilibrio entre la disciplina dura (que lo único que enseña a los niños es que la violencia es la única manera de resolver los problemas) y la crianza permisiva, que ya hemos visto que tampoco ha aportado soluciones.

La palabra equilibrio la mencionamos mucho en IE: consideramos que todas las emociones tienen un punto óptimo, en el cual nos son útiles, y por encima o por debajo del cual son disfuncionales. Por ejemplo: el miedo nos sirve para tomar precauciones; ser excesivamente miedosos no nos permite tomar riesgos razonables para avanzar en la vida; y ser demasiados arriesgados tampoco es adecuado. Otro ejemplo: si estamos permanentemente iracundos por cualquier cosa, no es saludable para nosotros ni para quienes nos rodean, pero eso no quiere decir que la ira no sirva. Al contrario, su función es poner límites a los demás, para hacer valer nuestros derechos.

¿ES NECESARIA UNA MATERIA ESPECÍFICA PARA ENSEÑAR I.E. EN LAS ESCUELAS?

La IE nos brinda herramientas para poder ser utilizadas por los docentes transversalmente en todas las  materias simultáneamente, y por los padres en todos los momentos de la vida hogareña; y también para que fluya el diálogo entre docentes y padres, logrando nuevamente alianzas que parecen rotas últimamente.

Tal vez no sería necesaria la educación emocional específica (como materia especial) si los educadores y padres aplicaran en su diario contacto con los niños y adolescentes (y entre ellos) los principios de la inteligencia emocional, ya que a través del ejemplo en las pequeñas interacciones es donde se prueba y enseña la correcta gestión de las emociones.  Recalco nuevamente la importancia de dar el ejemplo: de nada sirve pedir calma, si luego los chicos ven cómo se desborda el docente ante una provocación de un alumno; o en la casa, cómo podemos decirle a nuestro  hijo que no maltrate verbalmente a sus compañeros, cuando ve cómo diariamente los padres pelean en su casa.

EL APRENDIZAJE EMOCIONAL ES DISTINTO AL APRENDIZAJE INTELECTUAL

A poco de estudiar IE, nos damos cuenta que el aprendizaje de las competencias intelectuales es muy distinto al aprendizaje de la IE.

En el caso del aprendizaje intelectual (cuando estudiamos historia, geografía, matemáticas, gramática, etc) están principalmente involucradas las áreas de la corteza cerebral, que  es la última parte del cerebro que se ha desarrollado en el ser humano, y que marcan la gran diferencia con los demás mamíferos. Basta muchas veces con la comprensión de lo que se está leyendo, y un poco de práctica. En el caso del aprendizaje de competencias emocionales, en cambio, intervienen no sólo la parte “pensante” del cerebro, es decir las mismas áreas que comentamos antes, sino la parte denominada “cerebro emocional”, el cerebro medio. Esta zona es más reactiva, lo que hace que reaccionemos de inmediato ante un acontecimiento emocionalmente fuerte, pero a su vez es más lenta para aprender. Por eso requiere la repetición constante de las conductas que quieren modificarse, hasta hacerlas un hábito, es decir, debemos practicar muchas veces las nuevas habilidades.

También es importante recalcar que la IE se aprende vivenciando, practicando en la vida diaria lo que aprendimos en una clase o por medio de un libro. Entonces, será la exposición   reiterada a una situación conflictiva, y la práctica de la nueva conducta en cada ocasión, lo que hará que realmente aprendamos definitivamente una nueva manera de solucionar este problema. Por ejemplo: si aprendemos cómo controlar la ira por medio de un manual,  debemos luego ir pasando por las diversas situaciones que nos provoquen esa emoción (preferentemente, de menor a mayor grado de dificultad) para ir practicando lo que hemos leído, y así se vayan formando nuevos hábitos.

No existen soluciones mágicas, ni en el ámbito escolar ni en ningún otro ámbito, pero  tampoco debemos caer en la lógica de la víctima: la idea de que “entonces nada se puede hacer”. Por el contrario, debemos  pasar a ser protagonistas de nuestras vidas, y de la pequeña o gran porción del sistema familiar y/o educativo en el cual estemos en condiciones de  influir.

Artículo publicado en la revista Utopía Azul – Autor: Oscar Hernando

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