Estaba a las 8 de la mañana haciendo una cola en la calle, para entrar a una oficina de la municipalidad que abría en quince minutos. Las personas que estaban antes y después que yo en la fila mantenían conversaciones de ocasión. Yo no participaba porque me gusta leer mientras espero, en cualquier circunstancia; así que saqué mi librito. Pero no me podía abstraer del tono de las charlas que varios grupos de personas mantenían, y que tenían claramente un común denominador: QUEJARSE. ¿De qué se quejaban? De diversas cosas, personas y situaciones. Las más escuchadas eran:
-De la pérdida de tiempo en hacer una cola. La mayoría estaba ahí para trámites que se pueden hacer por internet, sin perder tiempo. Obviamente, mucha gente no sabe usar la PC, aún si hay una en su casa. Pero, ¿no vale la pena aprender? Por esto y por un montón de otras cosas. Aunque más no sea, para tomarlo como un juego de ingenio, un desafío, para mantener la mente abierta y ágil. Bueno, no importa: el que no quiere, no quiere.
-De la inseguridad. ¡Qué barbaridad, ya no se puede salir tranquilo!
-De los aumentos de precio, ¡claro que sí!
-Del gobierno, ¡¡¡por supuesto!!!
-Del calor “que va a hacer hoy”! Todavía era temprano, así que el calor aún no azotaba – era una mañana fresquita, linda. ¡Pero por qué no, vamos a anticipar una queja!
La gente no se da cuenta, pero muchos viven en un permanente estado de queja. Lo manifiesten abiertamente o no; en éste último caso, es su cabecita la que sigue machacando, aún sin mover los labios. Los soliloquios no se toman franco, no esperan que haya alguien enfrente para actuar. Así que estamos hablando de dos tipos de comunicación: la exterior, cuando hablamos con otros, y la interna, cuando nos hablamos a nosotros mismos. Y lo malo es que estas charlas en forma de quejas REPERCUTEN EN NUESTRO ESTADO DE SALUD. Llamémoslo estrés, angustia, o como queramos, pues va a adquirir muy diversas formas, esta manera habitual de pensar nos lleva al resentimiento, a un estado de desazón, de impotencia, de pesimismo. Y todo esto va a afectar nuestra felicidad y nuestra calidad de vida.
Y, casualidad o no, adivinen qué estaba leyendo mientras hacía la cola… Se los voy a trascribir:
“Quejarse es una de las estrategias favoritas del ego para reforzarse. Toda queja es una interpretación que la mente inventa y que nosotros nos creemos por completo. Da igual que nos quejemos en voz alta o que solo lo pensemos.
“El resentimiento es la emoción que acompaña a la queja y al etiquetado mental de la gente, y que añade aún más energía al ego. El resentimiento significa sentirse amargado, indignado, agraviado u ofendido. Nos resentimos de la codicia de los otros, de su deshonestidad, de su falta de integridad, de lo que están haciendo, de lo que hicieron en el pasado, de lo que dijeron, de lo que dejaron de hacer, de lo que deberían o no deberían haber hecho. Al ego le encanta eso. En lugar de disculpar la inconsciencia de los demás, la convertimos en nuestra identidad.
“A veces, la “culpa” que percibimos en otros ni siquiera existe. Es un completo malentendido, una proyección de una mente condicionada para ver enemigos y demostrar que tiene razón o que es superior. Otras veces es posible que la culpa exista, pero al centrarnos en ella, la magnificamos. No reaccionar al ego de los otros es una de las maneras más eficaces de superar el propio ego, y también de disolver el ego colectivo humano.
“Aunque la emoción que suele acompañar a la queja es el resentimiento, también puede acompañarla una emoción mucho más fuerte, como la ira o alguna otra forma de indignación. En estos casos, quejarse es una manifestación de la tendencia a reaccionar en lugar de actuar, otra de las maneras que tiene el ego para reforzarse. Hay muchas personas que siempre están esperando la próxima cosa contra la que reaccionar, por la que sentirse molestos o perturbados, y nunca tardan en encontrarla… Cuando un sentimiento dura mucho, pasa a ser rencor. Mantener un rencor es estar en un estado permanente de “contra”, y por eso los rencores constituyen una parte importante del ego de muchas personas.
“Hace falta sinceridad para ser consciente de que se guardan rencores, de que hay alguien en la vida a quien no se ha perdonado del todo, un “enemigo”. Si es así, debemos hacernos conscientes del rencor, tanto en lo que respecta a los pensamientos como a las emociones, es decir, hay que adquirir conciencia de los pensamientos que lo mantienen vivo y sentir la emoción que es la respuesta del cuerpo a dichos pensamientos.
“No intentes liberarte del rencor. Intentar olvidarlo, perdonar, no funciona. El perdón ocurre de manera natural cuando ves que no tiene sentido. Ver eso es liberarse.
“Quejarse, encontrar defectos y reaccionar en lugar de actuar son cosas que refuerzan al ego dándole una sensación de superioridad que lo alimenta. Cuando te quejas, implica que tienes razón, y la persona o situación de la que te quejas o contra la que reaccionas no la tiene.
“No hay nada que refuerce más al ego que tener razón. Tener razón es identificarse con una postura mental; un punto de vista, una opinión, un juicio, una interpretación. Por supuesto, para que tú tengas razón es preciso que algún otro no la tenga, y por eso al ego le encanta negar la razón a otros para adquirir una sensación más fuerte de quién eres. Tener razón nos coloca en una situación de imaginaria superioridad moral respecto a la persona o situación que está siendo juzgada y condenada. Es esa sensación de superioridad lo que busca el ego para reforzarse.”
Estos son pensamientos de Eckhart Tolle, autor de El poder del ahora.
La prima hermana de la queja y la crítica es el juzgar.
Según nos dice Marshall Rosenberg: la mayoría de nosotros crecimos hablando un lenguaje que nos estimula a etiquetar, comparar, exigir y emitir juicios más que a darnos cuenta de lo que estamos sintiendo y necesitando. Clasificar y juzgar a las personas promueve la violencia.
Uno de los fundamentos del método de Comunicación no violenta enseñada por Rosemberg es: observar sin evaluar, lo que implica la separación entre observación y evaluación.
Veamos lo que decía un viejito piola: Observar sin evaluar constituye la forma suprema de la inteligencia humana. J Krisnamurti.
Juzgar y quejarse. Si tomamos conciencia de estas dos actitudes, y estamos atentos para dominar los impulsos que nos llevan a ellas, tendremos una vida mucho mejor, y esto también será lo que le demos a quienes nos rodean. Estaremos en el camino correcto.
Artículo publicado en la revista Utopía Azul – Autor: Oscar Hernando